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Éramos unos niños que escuchaban música en su cuarto

Hace un par de semanas tuve la suerte de asistir al espectáculo «Éramos unos niños que escuchaban música en su cuarto” del colectivo Quemar las Naves, compuesto Itziar Manero y Carlos Pulpón, el evento sucedió en el espacio escénico DT (Chueca).

El espectáculo se abre como una noche de concierto en cualquier sala madrileña, dos intérpretes aparecen bajo un foco con sus guitarras eléctricas colgadas del hombro. Itziar Manero y Carlos Pulpón nos guían por su propio infierno de Dante, el fenómeno fan y las tardes encerrados en su habitación escuchando grandes hits nos transportan a los años de la adolescencia, una juventud ácida y llena de cristales rotos que acaban por conformar un imponente caleidoscopio en escena. La madurez y el paso del tiempo es uno de los temas centrales de la obra que aparece siempre como una suerte de ensoñación, la autoficción también tiene su espacio en esta pieza en la que las vidas de grandes músicos se mezclan con la de los intérpretes. 

La música aparece como un tercer personaje en escena, el “ruido” que puedes escuchar cuando se acopla un altavoz y la música que sale de un vinilo ocupan la misma jerarquía, se intuye la influencia de John Cage en esta decisión que configura el espacio sonoro. Además, se reivindica la importancia de la música en la formación de la identidad, en el propio programa de mano leemos: «¿Cuánta vida tuya hay en la cultura pop? ¿Qué conservas de tu cuarto de adolescente? ¿Puede la música hacerte volver a ese cuarto? ¿Por qué los referentes musicales adquieren tanta importancia en el momento vital de la adolescencia? ¿Y después? ¿Qué significa ser fan? ¿Qué buscamos?».

Los intérpretes nos regalan momentos brillantes y especialmente íntimos a medida que el espectáculo avanza. El colectivo Quemar las Naves ha sabido captar la esencia macarra y reivindicativa de la música rock y que, sin ninguna duda, también forma parte de su identidad como artistas. Referentes de la talla de Patti Smith, Bowie, Kurt Cobain o Josetxo Anitua pasean por la puesta en escena diseñada por unas mentes con un claro bagaje performativo. Tanto Itziar como Carlos cuentan con dos prósperas carreras como intérpretes en las que aparecen nombres como el de La Tristura, Esther Ferrer, Grumelot o El Pont Flotant. Esta trayectoria plagada de creadores contemporáneos se hace evidente en su espectáculo.  

Si hay algo por lo que es imprescindible ver este montaje es por el compromiso que ambos creadores muestran durante toda la función, es un gusto asistir a obras en las que la dedicación es total. Como en el rock and roll Carlos e Itziar actúan cada noche hasta las últimas consecuencias y le entregan todo a su público.

El colectivo Quemar las naves aún dará mucho que hablar en los próximos años. No se pierdan “Éramos unos niños que escuchaban música en su cuarto” los días 18 y 19 de febrero a las 19.00h.

Olga Hernández

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